29 mayo 2011

Los coches modernos son preservativos


Nací a principios de los años 90, por lo que me he “perdido” una etapa de la automoción muy diferente. Hablo de los carburadores, de cuatro frenos de tambor, de direcciones resistidas, de aire a condición de lo que hay fuera, de las columnas de dirección que pueden empalar.… Pero también hablo de coches que transmitían mucho más a la hora de llevarlos.
Si comparamos dos modelos del mismo segmento y destinados a una persona con el mismo poder adquisitivo, con unos años de diferencia, veremos que hablamos de coches muy diferentes. A veces, comparten hasta el nombre, y ahí se acaba la comparación.
A lo largo de varias décadas, los coches eran medios de transporte, más o menos emocionales, en los que la seguridad no era una prioridad en el diseño. En los años 70 empezó a cambiar y de ser casi irrelevante, fue algo a tener en cuenta.
Los accidentes de tráfico fueron forzando el cambio de mentalidad social, y forzaron a los fabricantes a pensar: “Oiga, se puede morir dentro de un coche, pues habrá que pensar qué podemos hacer al respecto, ¿no?”. Los inicios fueron tímidos, primero en los opcionales y luego de serie.
Las pruebas de choque públicas, EuroNCAP y compañía, llevaron a la gente de la calle lo que pasaba cuando un coche tenía un accidente, y eso obligó a los fabricantes a marcar la seguridad como algo prioritario sobre muchos otros aspectos. La seguridad vial dejó de ser el patito feo para convertirse en un cisne blanco.
Los coches antiguos eran mucho más esenciales, y pesaban bastante menos. No solo les faltaba bastante equipamiento, también estructuras diseñadas para la preservación de la vida. Es innegable el engorde en peso, ancho de neumáticos, diámetro de discos de freno, equipamiento o tamaño de los coches en los últimos años.
Hace 15 o más años, un coche de 100 CV podía ser rápido, o incluso un cohete. Hoy día, en el segmento de berlinas nadie te vende menos potencia, y la deportividad se circunscribe a la estética o al tacto de la suspensión, pero poco más. Los coches ahora son más potentes, pero no siempre con mejor relación peso/potencia.
Además, en pro de la seguridad, la electrónica ha ido tomando protagonismo, y poco a poco, van relevando al conductor de múltiples tareas. A largo plazo, la tendencia es a automatizar la conducción: es la única forma de convertir la accidentalidad en una anécdota estadística, es decir, eliminar el factor humano.
Por otro lado, el consumidor ha ido definiendo sus gustos, y ha ido entrando en la senda de la comodidad y el bienestar. La misma marca que hoy nos anuncia un coche con función masaje, desionizador de aire o perfumes a bordo, nos vendía hace 25 años coches que quedan en evidencia ante un buen utilitario moderno. Sus competidores igual.
Incluso en la alta gama el confort se ha ido instalando. Siguen conservando la transmisión de sensaciones, pero ya no son tanto de infarto. Un coche hoy perfectamente domesticable tuvo un “abuelo” de los que te hacían aprender, o ir a la caja de pino, dado su nerviosismo y gallardía.
¿Quién vende hoy día coches sin dirección asistida? Pues constructores nostálgicos de carácter retro. Hasta los Lamborghinis también se diseñan pensando en que sean mínimamente confortables, no potros de tortura, ruidosos e incómodos.
Vale, hay más seguridad, pero menos sensaciones. Lo mismo pasa con los preservativos, incluso los finos no pueden igualar lo “sin”, por mucho que se acerquen. No solo hablo de las sensaciones tipo “nos vamos a matar”, sino de otras sensaciones que podían disfrutarse con dos dedos de frente y cuando no había tanto tráfico.
Hoy día hay gente que afirma dormirse a 110 km/h en un coche moderno. Apuesto el pellejo a que en un Renault 6 o un Simca 1000 no se duermen a esa velocidad ni estando dos jornadas sin pegar ojo. La sensación de estar a punto de romper la barrera del sonido era algo más que un tópico.
En la mayoría de las berlinas de gama alta, la sensación de velocidad es algo a veces muy difícil de apreciar, porque buscan ser silenciosos, eliminar vibraciones, el tacto del asfalto, ruidos, crujidos.… El material aislante es otro gran causante de la obesidad automovilística hoy día.
Sin irnos muy lejos, si comparamos un compacto de los años 80 y su sucesor actual, diríamos que el ochentero era una caja de muertos y una auténtica castaña/chatarra. Eso sí, también diríamos que a igualdad de potencia el viejo andaba más, y que era menos aburrido, y que era todo más.... emocionante/arriesgado.
Hace 25 años, a veces uno aprendía al darse un guantazo y dejar el coche siniestro. Hoy día, uno puede aprender viendo una lucecita amarilla parpadear en el tablero. No ha pasado nada, pero nos imaginamos qué podría haber pasado si por ejemplo el control de estabilidad no hubiese estado presente.
En casi todos los fabricantes las tendencias son estas: ser preservativos. Renunciamos a algo de sensaciones y puede que diversión en pro de la preservación de la vida o el peinado, y por una conducción más agradable, más serena, que permita disfrutar del viaje de otra forma. Es como la transición del tren de vapor al AVE.
Sí, el vapor tenía su encanto.… pero preferimos el Cercanías eléctrico. Sí, viajar en barco tenía su encanto, pero vamos en avión (aunque tengo que reconocer que odio volar). Sí, viajar a 120 con el motor a punto de explotar tenía su encanto, pero el 70-75% del mercado actual es diesel y a esa velocidad los motores no pasan de 2.500 RPM generalmente.
Hasta los gasolina van muy bajos de vueltas y son prácticamente inaudibles comparados con el típico motor gasolina con marchas cortas y poca cilindrada viejo. Así es el automóvil de los tiempos modernos: menos sensaciones, más seguridad. No se pueden tener las dos cosas al 100%, y se ha optado por hacer prevalecer la seguridad.
¿Qué nos espera a corto plazo? Coches que frenan solos, que nos riñen si no ponemos el intermitente, más comodidad pero pueden hacer cosas imposibles para coches viejos, más bienestar.… pero las sensaciones van a ir erosionándose poco a poco. Siempre nos quedará el gusto por el coche clásico, quien pueda permitírselo. El "a pelo" ya no está de moda.










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